sábado, 12 de septiembre de 2015

La magia de la cámara lenta (la década de 1980) UNO

Por Cuauhtémoc Gama Ponce



Conviene aclarar que lo siguiente fue escrito en octubre de 1989 en un comedor-cafetería que infortunadamente ya no existe. Se ubicaba en la calle Francisco Sosa, cerca del Jardín Centenario en Coyoacán.



Fue aquí, en esta misma mesa, donde solíamos escribir en las servilletas aquellas palabras incomprensibles que jamás imaginé se tornaría en una práctica consuetudinaria, recurrente, para llamar su atención. Creo que tampoco imaginé que ella las guardaría, aunque en el fondo lo deseaba.

     Fue aquí muchos, muchísimos meses después de su partida, donde por primera vez vacié el contenido exacto de una botella de vino tinto en cuatro copas repletas de su ausencia.

     Fue aquí donde contraje, una vez más, la locura maravillosa de enamorarme de las letras.

     Fue este, dentro de todos los sitios imaginables y reales de la ciudad, el único que se me vino a la cabeza cuando se me pidiera una descripción detallada de alguno que revelara mi predilección suicida.

     Y fue este pequeño restaurante, sobre de esta mesa, dentro de estas paredes con sus sencillos cuadros, sorbiendo este vino, de lo único que se me antojó escribir, hablando para mis adentros como si ella se encontrara enfrente mío, viendo su mirada azul observándome y escuchando el tráfago acompasado de las calles adoquinadas de Coyoacán en una tarde fresca de septiembre después de la lluvia –una tarde cualquiera de los años ochenta–, desde una ventana de Los Geranios.




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